sábado, 17 de mayo de 2008

Javier por siempre

El doctor Jorge A. Heraud Cricet envió una carta a Pedro Beltrán, director de La Prensa (23 de mayo de 1963), para protestar por la forma como mataron a su hijo, el poeta Javier Heraud.

Javier Heraud descansa en un cementerio de Lima. No se ha cumplido el deseo de los pobladores de Puerto Maldonado, que se quedaría para siempre, debido a que se convirtió en parte de la memoria colectiva. Se trata de una decisión familiar y es preciso respetarla. Pero también es necesario que las nuevas generaciones conozcan la forma como actuó el padre del poeta, el doctor Jorge A. Heraud Cricet, frente a un horrendo hecho que sacudió al Perú desde raíces.

Al conocerse el crimen del poeta (Lima 1942-Puerto Maldonado 1963), el doctor Jorge A. Heraud Cricet decidió viajar a Puerto Maldonado, a fin de conocer la verdad de los hechos. Allí pidió que le practicaran una autopsia para tener la certeza respecto a sus informaciones. Pero un médico amigo lo persuadió para que guardara la dulce imagen de su hijo.

Después de recoger varios testimonios, el doctor Jorge A. Heraud Cricet tuvo la valentía de rectificar a La Prensa que, había lanzado acusaciones y mentiras contra el poeta. Es por esa razón que en una parte de su carta escribió: “Allí tuve la trágica certidumbre de la muerte de Javier. Pero mi pena, con ser insondable, se ha agrandado más aún al saber que mi hijo, que había ido allá urgido por un ideal, arrostrando los más graves peligros con el absoluto desinterés, había sido víctima de una cacería humana. Cuando, inerme en una canoa de tronco de árbol, desnudo y sin armas en medio del río Madre Dios, a la deriva, sin remos, mi hijo pudo ser detenido sin necesidad de disparos. Más aún por cuanto, su compañero, había enarbolado un trapo blanco. No obstante eso, la policía y los civiles a quienes se azuzó le disparaban sobre seguro, desde lo alto del río, durante hora y media, inclusive con balas de cacería de fieras”.

Ningún policía ni civil que disparó contra el exánime cuerpo de Heraud fue sancionado y, menos por haber usado balas dun dun, prohibidas en las guerras más letales. Sin embargo, uno de ellos vive en Puerto Maldonado, transformado en un ser huidizo, tímido y huraño. Quienes lo conocen de cerca, dicen que en sus sueños escucha los disparos y la voz del poeta.

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